
Su paladar, dulcísimo». Cantares 5:16
¡Que puede ser más dulce que las palabras de Cristo que brotan de sus labios llenas de gracia! «¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!, más que la miel a mi boca». Sal. 119:103. Su voz en el Evangelio es exquisitamente dulce, y se siente en la comunicación de Su amor al alma, llena de gracia y misericordia, paz, perdón, vida y salvación. «Sólo Él tiene palabras de vida eterna». Jn.6:68 Sus palabras han sido el consuelo de millones: La miel endulza el sabor amargo. Entonces, cuando el alma está bajo aflicción, tentación, persecución, por amor de Cristo, ¡las dulces promesas de Su Palabra cuán maravillosamente apaciguan la amargura!
Su elocuencia es grande. Cada palabra que pronuncia es dulzura, belleza y bondad. Sus enseñanzas y palabras son preciosas verdades que provienen y se agrupan alrededor de la Cruz de Cristo. ¡Jamás ningún hombre ha hablado así! Juan 7:46 Sus palabras son vida y el sustento del alma, nutren a quien las recibe, la convierten, dan muerte al hombre de pecado. ¡Oh! Cuán dulce es su amor perdonador para el alma, cuando dice: “Tus pecados te son perdonados; ¡ve en paz!» Jn 7:48-50. ¡Oh, qué privilegio, qué felicidad que nosotros, pobres peregrinos en esta tierra, seamos un solo espíritu con nuestro Esposo, Cristo, se nos llame a sentarnos en los lugares celestiales y a comer de todos los ricos frutos del amor redentor!
La miel está en la flor, antes de que sea extraída y formada por la abeja. De modo que se puede decir que el amor y la gracia de Dios en la bondad de la redención estaba en su mente y voluntad infinitas para con nosotros, antes de que fuera traído del Padre, hacia nosotros y a nuestra naturaleza por el SEÑOR Jesucristo. Y como la miel en la boca es conocida y disfrutada por el que la come; así que cuando Dios el Espíritu Santo toma las cosas de Cristo y nos las muestra, ¡nos hace comer y beber en abundancia, como los amados del SEÑOR!
No sólo comemos la miel, sino también el panal. No solo tomamos las cosas dulces de Jesús, sino el mismo Jesús, que es mucho más dulce. No solo sus dones y gracias, toda su redención. ¡Oh! Precioso SEÑOR, ¡qué bellezas hay en tu Palabra! Sí, tu paladar es dulcísimo ¡Y amado SEÑOR Jesús, qué bellezas debe haber en ti para arrebatar las almas de tu pueblo con gozo inefable y lleno de gloria por toda la eternidad! ¡Amen!