"Pero el centurión respondió: "SEÑOR, no soy digno de que Tú entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi criado quedará sano". Mateo 8:8
Con ferviente humildad se declara indigno de que el Señor entrase bajo su techo. Y, sin embargo, no habría dicho estas palabras si el Señor no hubiese entrado ya en su corazón. Confesándose indigno, se hizo digno de que Jesús entrase, no entre las cuatro paredes de su casa, sino en su corazón. Pues no hubiese hablado con tanta fe y humildad, si no tuviera ya en su corazón a Cristo, de quien no se creía digno de recibir en su casa. Menguada habría sido la dicha si el SEÑOR Jesús hubiera entrado dentro de sus cuatro paredes, y no estuviera morando en su corazón. Efectivamente, Jesús, maestro de humildad de palabra y con su ejemplo, se recostó asimismo a la mesa en casa de un soberbio fariseo, llamado Simón. Pero aun estando recostado en su casa, el Hijo del hombre no encontraba en su corazón dónde reclinar su cabeza.- Agustin
No había un vestigio de deseo de honor para él mismo. ¡Que humildad más sorprendente! A este capitán romano los hombres decían: "Es digno". Pero él dice: "Soy indigno". Quería que el SEÑOR recibiera todo el honor, y que se hiciera de tal manera que él mismo se mantuviera fuera de la vista. ¡Qué difícil es ser sencillo, inconsciente y humilde en nuestra fe! Pero esta es la verdadera marca de la fe: ¡Nadie más que Cristo! No a nosotros, oh SEÑOR, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria por tu misericordia y tu verdad, Salmo 115:1" - Laidlaw .
"SEÑOR, no soy digno de que Tú entres bajo mi techo". Hay dos razones por las que este capitán romano creyó que Cristo no necesitaba tomarse la molestia de entrar en su casa: la primera se basaba en su propia indignidad para recibir a un huésped tan grande; la segunda se basaba en la fe del poder sobrenatural de Cristo; era innecesario que fuera en persona, solo tenía que decir la palabra y el siervo sería sanado. Con humildad reconoce su indignidad, y se eleva hasta quizás la concepción más clara y profunda de la autoridad de Cristo sobre todas las fuerzas del universo que jamás se alcanzó durante Su vida terrenal. Según las palabra de Jesús: "Les digo, ¡no he visto una fe como esta en todo Israel!" Luc.7:9
El capitán romano cree que Jesús tiene dominio y autoridad completa sobre todas las criaturas que están bajo su poder. Según sus palabras: "Pues yo también soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: "Ve", y va; y a otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace". En otras palabras dijo: "Aunque soy hombre puesto bajo autoridad, tengo limitaciones, aún así, tengo soldados bajo mis órdenes y hacen lo que les pido. Creo que tu puedes hacer cualquier cosa, porque tienes dominio en el cielo y en la tierra". Tales siervos todos deberíamos ser para Dios; debemos "ir, venir y hacer" de acuerdo con las instrucciones de Su palabra y las disposiciones de Su providencia. Pero cuando viene Cristo encuentra poca fe, por lo tanto, encuentra poco fruto.
Seremos rechazados si solo tenemos una fe de fachada externa, si aparentamos ser muy religiosos y que amamos al SEÑOR, pero con los hechos negamos el verdadero poder del Evangelio. 2 Tim.3:5 Quien actúa así, no piense que recibirá cosa alguna del SEÑOR, porque hoy piensa una cosa y mañana otra, y no es constante en su conducta. " Sant. 1:7 "¡Oh, si yo pudiera ser tan solo un siervo de mi Maestro celestial! ¡Pobre de mí! cada uno de Sus mandamientos dice: "Haz esto", y yo no lo hago; cada una de Sus inhibiciones dice: "No lo hagas", y yo lo hago. Él dice: "Vete del mundo", y yo corro hacia él. Él dice: "Ven a mí", y yo huyo de Él. ¡Ay de mí! Esto no es servicio, sino enemistad. ¿Cómo puedo buscar un favor divino de Cristo mientras devuelvo con rebelión? - HallLo que Jesús dijo al centurión, se nos dice a todos: "Así como has creído, te sea hecho". Mat.8:13 Mira el poder de Cristo y el poder de la fe. El poder de Cristo para sanar enfermedades corporales con una palabra, bien puede tomarse como garantía de Su poder para sanar el alma. Así también reprende las enfermedades del alma, y desaparecen. La curación de nuestras almas es a la vez el efecto y la evidencia de nuestro interés en la sangre de Cristo. - Mathew Henry