La tierra que me has dado es agradable; ¡qué maravillosa herencia! Salmo 16:6
Si bien la tierra es la heredad que usualmente se reparte y se recibe por suerte, Dios mismo en este caso es el patrimonio y el bien del que se disfruta. Él se da a sí mismo. Lo único que vale la pena llamar mío es algo que penetra y satura tanto la sustancia misma de mi alma, que, como un trozo de tela teñida, mientras dos hilos se mantengan unidos, el tinte estará allí. Así es como Dios se nos da a Sí mismo, y nada puede quitar eso del alma de un creyente. Él, en la dulzura de Su gracia, se entrega al hombre y guarda en el corazón su propio don, que es Él mismo. Pero este don es a través del nuevo nacimiento, cuando eres regenerado, por el hecho mismo de ese acto sobrenatural que ha sido forjado dentro de tu alma, te conviertes en heredero de Dios y coheredero con Su Hijo. Pero no es sólo tuyo por don y por nacimiento, es tuyo por medio de Cristo y dell Espíritu Santo. ¡Fíjate qué herencia tan maravillosa es!
El que vive en Dios y Dios vive él está asegurado. El ruido de la batalla puede arremeter alrededor de las paredes, pero dentro hay un profundo silencio y paz. La tormenta puede rugir alrededor de las costas, pero el que tiene a Dios como su porción habita en un tranquilo valle interior donde las tempestades nunca llegan. Ningún cambio externo puede afectar nuestra posesión de Dios. Otros bienes se pueden ir, pero esto se lleva a cabo por una tenencia diferente. Arraigado en Dios, haciendo de Él tu verdadero tesoro, nada podrá arrebatar tu riqueza. Él nos ayudará para que ninguna tentación pueda robarnos nuestro tesoro. Nadie puede quitarnoslo sino nosotros mismos, pero somos tan débiles y estamos rodeados de tentaciones tan fuertes que necesitamos que Él nos ayude, si no queremos ser seducidos por nuestros propios corazones traicioneros que nos separen de nuestro tesoro.
La mayoría toma el mundo por su buen amo, y ponen su felicidad en los placeres del mismo; se afanan por la riqueza, el esplendor, el poder, la notoriedad, y habiendo alcanzado el objeto de su ambición, se afligen por ello. Lo pobre de su condición está en este mundo, porque las cosas de este mundo vuelan desde nuestros corazones como la paloma de Noé, que en ninguna parte en medio de la inundación puede encontrar un lugar de descanso, y no pueden decir: "El SEÑOR es mi porción, dice mi alma, por tanto en Él espero." Lam. 3:24 El secreto de toda nuestra ansiedad es el abandono de nuestros deseos por las cosas terrenales. La tierra que me has dado es agradable; ¡qué maravillosa herencia!
Pero en el conocimiento, el amor y el servicio de Dios, comprendemos un tesoro y un gozo que agrada y satisface nuestra naturaleza más profunda. Dios que siempre da más de lo que podemos recibir, para que el excedente nos atraiga a un mayor deseo, y el mayor deseo pueda ser satisfecho más plenamente. El único gozo verdadero, puro y duradero es tener comunión con Dios y vivir en Su amor. El cielo es nuestra herencia; debemos tomarlo para que sea nuestro hogar, nuestro descanso, nuestro bien eterno, el país a través del cual es nuestro camino a la casa de nuestro Padre. Los que tienen a Dios por su porción, tienen una maravillosa herencia. Regresa a tu reposo, oh alma mía, y no busques más. -A.Maclaren