
"Y el mayordomo probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde había venido,". Juan 2:9
El maestro de banquetes no sabía de dónde procedía el vino; ¡He aquí el testimonio de un hombre que confirmó el milagro sin saber que fue un milagro! El mayordomo no sabía nada de la orden de llenar las tinajas con agua, tampoco sabía de dónde provenía el vino. Lo que sí reconoció es que era un "buen vino" Juan 2:10. Con esto él acreditó el milagro. Las obras de Jesús hablan por sí solas. En efecto Su influencia puede transformar lo ordinario y común en gozoso y celestial .
Nuestro SEÑOR hizo en un momento lo que siempre está haciendo: Toda la naturaleza es una lección milagrosa. La semilla sembrada en debilidad se levanta en poder, y aprendemos que así como Dios nos da nuestro pan de cada día, también nos da el Pan Verdadero del cielo. El que hizo vino ese día en la fiesta de bodas en esas seis tinajas, que mandó que se llenaran de agua, lo mismo hace todos los años en las vides. Cada vid en crecimiento con sus racimos de uvas nos muestra el milagro del agua hecha vino, diciéndonos que Jesús es la Vid Verdadera, y que nosotros somos los pámpanos, y que sin Él no podemos vivir. Juan 15:5 Y el mismo milagro se muestra en el trato de nuestro SEÑOR con los hombres: Vino para levantar, redimir y salvar la humanidad caída.
El SEÑOR Jesucristo obró este milagro sin ruido ni ostentación. No hizo nada para llamar la atención. Así mismo, trabaja hoy. Su reino llega al corazón de los hombres, no con presunción ni ostentación, sino en silencio, sin exhibición. La mala vida se cambia, por Su obra, en pureza moral, y sin embargo nadie ve el cambio realizado o la mano que lo forjó. Silenciosamente llega la ayuda en las horas de necesidad; silenciosamente llegan las respuestas de la oración; en silencio los ángeles van y vienen.
El mayordomo no sabía de dónde procedía el vino; así sucede con nosotros. Cuando nos sentimos atribulados con gran temor, oprimidos por un sentimiento de necesidad, después de haber orado salimos con un nuevo y rico gozo en el corazón, pero sin saber cómo vino la extraña y dulce bendición. Bebemos las copas que Dios nos llena con dulzura celestial, recibimos los dones que son traídos desde el mismo trono, y sin embargo, muchas veces no sabemos de dónde proceden, ni reconocemos la presencia divina que trabaja tan cerca de nosotros.
Los que confían en Cristo son admitidos en la cámara interior del corazón donde se revela Su omnipotencia. La lección es muy simple y hermosa. Cristo toma a los que le siguen y lo aman fielmente; "ya no los llama siervos, sino amigos". Aquellos que hacen la voluntad de Cristo, conocen Su doctrina y ven Sus formas de obrar. De modo que, si queremos ver el poder y la gloria de Cristo, debemos amarle de todo corazón. Y es en las formas más sencillas, en las sendas del servicio silencioso, anónimo y abnegado, que aparece la mayor parte de Su gloria.-JR Miller