Si el cristiano no está alerta, el menor soplo de las insidiosas tentaciones del mundo, de la carne y del diablo, apagará su lámpara. La falta de oración, la irregularidad en la oración, la frialdad en la oración, apagan la lámpara del cristiano. El descuido de las Escrituras ya sea de no estudiarlas, o de estudiarlas con un espíritu farisaico, de orgullo y error, extinguirá la brillante luz de la lámpara. Ceder al pecado que nos acosa apagará la lámpara. Estén alertas contra sus enemigos espirituales. " Tengan cuidado y estén siempre alertas, pues su enemigo, el diablo, anda como león rugiente buscando a quién devorar" 1 Ped.5:8. Cuida tus palabras, pensamientos y acciones." Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida", Prov.4:23.
Cuidado con las cosas que son contrarias a la vigilancia, como la pereza, la mundanalidad y la sensualidad. Y procura velar y orar como nos aconsejó el SEÑOR: "Velen y oren para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil" Mat.26:41. Satanás nada teme tanto como a la oración. Por eso entabla severos combates contra los que velan para hacerles desistir, tanto como sea posible, de esta práctica, sobre todo si se mantienen perseverantes. Pero los que se ven fortificados contra estas astucias perniciosas y han saboreado los dones de Dios concedidos durante las vigilias, y han experimentado personalmente la grandeza de la ayuda que Dios les concede, despreciar a satanás y a todas sus estratagemas.
"La gran importancia de perseverar en la oración y de invertir tiempo en la comunión íntima, a solas con Dios, se puede aprender sencillamente fijándose en la gran medida de esfuerzo que usa el tentador, para distraernos y negarnos de las mismas. Él sabe que por medio de estos ejercicios será derrotada su autoridad en el alma del hombre, reemplazando con la luz, el amor y la vida de Cristo; y que todas las flores y frutos de los más bonitos dones de gracia y virtud se marchitarán, si él puede cortarlos de raíz. El que ama y pone en práctica la oración será, en su tiempo debido, trasladado gradualmente del egoísmo a Dios; del impuro e imperfecto obrar en su propia fuerza, al obrar para y a través de Dios. - Gerardo Tersteegan
Para quien quiera saber el secreto de cómo "mantener las lámparas encendidas", se encuentra en la misma verdad sencilla de siempre: Una vida de FE y ORACIÓN. Así estaremos listos para zarpar hacia el océano de la eternidad, y pararnos a la puerta del cielo, estar en un ejercicio perpetuo de fe y oración, y estar apropiadamente preparados para encontrarnos con nuestro Salvador. Despertemonos, pues; "No durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios". 1Tes.5:6 Porque la noche está muy avanzada, el día está cerca. Esta vida presente es de noche en comparación con el estallido completo del día de la resurrección. El cristiano no debe dormirse, complaciéndose con los sueños sombríos de las glorias terrenales; debe estar vigilando siempre; porque el día está cerca, el refulgente sol de la vida verdadera. -Gregorio
Estemos pues, atentos vigilando en oración. Escuchemos la advertencia del SEÑOR: "Mantengan encendidas sus lámparas.... Dichoso aquel siervo a quien, cuando su Señor venga, lo encuentre haciendo así (en oración)." Si obedecemos esta advertencia, las astucias engañosas del Acusador no nos abatirán, sino que, reconocidos como siervos vigilantes, reinaremos con Cristo triunfante. "Así pues, si deseamos la perfecta redención y santificación, y si queremos vivir pacíficamente y morir con felicidad, tenemos que vivir en comunión constante con Dios. Jesús nos ha abierto este camino nuevo y vivo, Heb 10:20, a través de Su sangre, para que el amor eterno, con sus atracciones e influencias, pueda acercarse a nosotros y así también nosotros podamos acercarnos a Dios en nuestros corazones. Acerquémonos a Él Heb 10:22, aprovechando este privilegio preciosísimo. Experimentemos la presencia de Dios siempre, y busquemos, con fe sencilla, asociarnos abierta e íntimamente con Él en nuestros corazones." - Gerardo Tersteegan
¡Oh que mis méritos fueran tan abundantes que mi lámpara ardiera sin cesar, durante la noche de este mundo, en el templo de mi SEÑOR, y pudiera iluminar a cuantos penetran en la casa de mi Dios! Concédeme, SEÑOR, te lo suplico en nombre de Jesucristo, tu Hijo, y mi Dios, un amor que nunca mengüe, para que con él brille siempre mi lámpara y no se apague nunca y sus llamas sean para mí fuego ardiente y para los demás luz brillante. ¡AMEN!