NOVIEMBRE 3

"¡Bienaventurado el que disfrute del banquete en el reino de Dios!" Lucas 14:15

Esta parábola exalta la grandeza del privilegio y nos ayuda a ver la inmensa gracia de Dios a todos los que reciben su llamado para ser parte de los invitados a la gran cena de las bodas del Cordero, como lo expresa Apoc. 19:9: "Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero". Es referida aquí, la unión perfeccionada de la iglesia, la esposa con su Esposo divino, Cristo. La siempre bendita y eterna unión de los corazones con Cristo será, especial y enfáticamente, en referencia a Su sacrificio. En "la cena de las bodas" será la celebración pública y la consumación gloriosa de esa unión. ¡Serán felices y benditos en verdad, porque los que son llamados son admitidos, estarán casados con Jesús, y serán infinitamente felices! ¡Cuántos matrimonios conducen a la desdicha! pero no es así en este caso.

El día de días vendrá, corona y gloria del tiempo, cuando, habiendo concluido para siempre todo conflicto, riesgo y juicio, los santos, vestidos con la justicia de Cristo, serán eternamente uno con Él en una unión viva, amorosa y permanente, compartiendo juntos la misma gloria, la gloria del Altísimo. Allí el goce de goces será el deleite de Cristo en Su iglesia perfectamente reunida. Una inundación de deleite sin medida anegará las almas de todos los espíritus glorificados, cuando perciban que llegó la consumación del gran designio del amor. Nuestro exaltado Salvador mostrando a todo el universo que Él nos ama hasta el extremo que el amor puede llegar, y nosotros amándolo con un fervor, una gratitud, una adoración, un deleite, que son nuevas aun en el cielo.

Contemplar y adorar por siempre a Aquel que se ofreció sin mancha a Dios como nuestro sacrificio y propiciación será un festín sin fin de amor agradecido. Nunca nos cansaremos de este tema, porque está rodeado de un interés inextinguible y contiene todo: justicia, misericordia, poder, paciencia, amor, condescendencia, gracia y gloria. Enteramente glorioso es mi SEÑOR cuando lo contemplo como un Cordero, que quita el pecado; y esto hará que el cielo sea siete veces un cielo para mí al pensar que incluso entonces estaré unido a Él con lazos eternos.

¡Oh, que yo pueda estar allí! ¡Que pueda ser una parte del cuerpo perfeccionado de la iglesia de Dios! ¡Oh, que pudiera ser sólo una parte de las plantas de sus pies, o el más insignificante cabello de su cabeza! ¡Con sólo que pueda ver al Rey en Su hermosura, en la plenitud de Su gozo, cuando tome con Su diestra a aquella por quien derramó Su preciosa sangre, y conozca el gozo puesto delante de Él por el cual sufrió la Cruz, menospreciando el oprobio y despreciando la vergüenza, yo seré en verdad bendecido, bienaventurado! -C. Spurgeon

Reflexionemos sobre la gloria que resulta de sentarse en la mesa del SEÑOR, que representa el ser salvo y vivir en Su presencia. Esta es la felicidad que Dios da y el gran honor al ser "rescatados del poder de las tinieblas y llevados a salvo al Reino de Cristo" Col. 1:13. ¡Que gran banquete disfrutas cuando te sientas a la mesa de salvación del SEÑOR! puedes disfrutar una bandeja llena de gracia y paz; un suculento plato de perdón; un destilador de vino inagotable de gozo en el Espíritu Santo. ¡Y los platos de Su dulce amor están por toda la mesa! ¡Qué bendición es conocer a Jesús!

¡Bienaventurados y dichosos somos, pues Nuestro SEÑOR, nos invita a Su banquete cada día, Él viene a nuestro encuentro, Él es Pan de Vida, Pan que verdaderamente satisface el alma, Su Sangre es verdadera bebida, primicia del banquete definitivo en el Reino de Dios! Así es, somos privilegiados frente al comensal que dijo a Jesús las expresivas palabras con las que hemos iniciado este devocional: "¡Bienaventurado el que coma en el reino de Dios!" Nosotros, a diferencia de él, ya hemos compartido y probado, en alguna medida, la mesa con el SEÑOR, cuando estamos en Su presencia. Procuremos hacer firme nuestro llamamiento, pues la recompensa ciertamente será grande en ese gran día de Dios.