NOVIEMBRE 13

Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma?" Mateo 16:26

Este versículo apunta a la vida eterna, que procede de Dios y es revelación de su amor. Es el bien más excelso, que no se puede comparar con nada. Nuestro anhelo debe estar dirigido a conseguir esta verdadera vida. Justo antes de decir estas palabras Jesús dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame". Mateo 16:24 De modo que, la palabra "pues" implica lo siguiente: "No rehúse negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme" porque ¿qué aprovecha al hombre, si gana el mundo entero, pero pierde su alma?". Esta es la consecuencia de no negarse a sí mismo. Lo que Jesús requiere (negarse… tomar… seguir) es el único camino razonable, el único curso sensato, porque al no negarse… tomar…y seguir a Cristo, se escoge la negación de sí mismo. Ganar cosas en el mundo, esto es, riquezas, placeres, fama y prestigio, implica la destrucción del carácter espiritual, porque es muy seguro que obstaculizará la negación de sí mismo, que es la base absolutamente esencial del carácter espiritual noble y duradero.

Jesucristo aquí nos recuerda que el alma del hombre no fue creada simplemente para disfrutar del mundo por unos días, sino para obtener por fin su inmortalidad en el cielo. Todo lo que un hombre adquiere de un carácter meramente terrenal pertenece a su cuerpo, y termina cuando su cuerpo se va; entonces ya no es suyo. Cambiar lo pasajero y temporal por la vida eterna, es como la locura de ese hombre salvaje desnudo que cambiaría una corona de oro por pequeñas baratijas sin valor y compraría las maravillas de un espejo, el tintineo de una campana, o el collar de cuentas de colores, con un puñado de perlas, como adornos de una corona. Sin embargo, ¿qué es eso comparado con la locura de aquel que, a cambio de los juguetes de la tierra, pierde su alma? -Guthrie

Admito que los placeres del mundo son agradables; que sus honores son atractivos; y que sus riquezas son deseables, por eso son tentación. Nuestro SEÑOR fue tentado por Satanás, pero venció las tentaciones que son comunes al hombre: el hambre por los placeres, deseos de la carne, Mateo 4:3-4, el orgullo de la vida, deseo de reconocimiento y fama. Mat. 4:5-7, la codicia de los ojos: le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, Mat. 4:8-10, pero Él desechó todo aquello que los hombres suelen estimar como ganancia. Obtuvo la victoria sobre la vida, derrotó a satanás, el pecado y la muerte, dándonos vida eterna. El dijo: "Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque esté muerto vivirá; y todo aquel que vive y cree en mí no morirá eternamente". Juan 11:25

La pérdida material sí se puede recuperar, pero si el hombre pierde su alma, ¿con qué podrá recuperar su pérdida? Será totalmente imposible, porque al perder el alma se pierde todo. Todos perderemos el cuerpo. Eso es ineludible, pero al perder el cuerpo el cristiano todavía es riquísimo porque no pierde su alma, su posesión eterna. Si alguien cree que está consiguiendo su vida mundana "a poca costo", si cree que es una "ganga", se está engañando a sí mismo de la manera más terrible, porque al morir será como el hombre que "alzó sus ojos, estando en tormentos". Clamará igual que éste: "Ten misericordia de mí… porque estoy atormentado en esta llama". Lucas 16:23

Qué insensatez y descuido es este, que los hombres están tan fuertemente unidos al mundo, y tan ocupados con sus asuntos, que no tienen en cuenta por qué nacieron, y que Dios les dio un alma inmortal, para que, cuando el curso de la vida terrenal se termine, ¡pudieran vivir eternamente en el cielo! Y, de hecho, es reconocido por los hombres, que el alma es de mayor valor que todas las riquezas y los placeres del mundo; sin embargo, los hombres están tan cegados por las opiniones carnales, que deciden abandonar sus almas a la destrucción. Para que el mundo no nos fascine con sus atractivos, recordemos el valor superior de nuestra alma; porque si esto se considera seriamente, disipará fácilmente la vana imaginación de la felicidad terrenal. ¡Qué hermoso es que el sol de mi vida se ponga para el mundo y salga para consagrarse al SEÑOR Jesús, mi Salvador!