NOVIEMBRE 19

«El SEÑOR marcha en la tempestad y el torbellino» Nahum 1:3

Providencias oscuras para nuestro bien ¿Acaso no hay nada en las oscuras providencias de tales días de aflicción que pueda ser extraordinario cuando las vemos y las observamos sobre nosotros? ¿No hay nada de Dios —de Su sabiduría, poder y bondad— que se pueda percibir en los truenos, relámpagos, granizos, tormentas, en la oscuridad y las tempestades? ¿Por qué entonces se dice que «el SEÑOR marcha en la tempestad y el torbellino»? ¿Y por qué los siervos de Dios de antaño afirmaron y concluyeron que estas cosas son excelentes y maravillosas?

Podemos ver más de Dios en tales días que en otros. Su poder para sostener a algunos y su ira al apartarse de otros; su preservación de la zarza y el desamparo de los cedros dejándolos caer; el entorpecimiento de los consejos de los hombres para que el diablo mismo no gane ventaja; la entrega de Su presencia a Su pueblo y el abandono de Sus enemigos en la oscuridad; la manifestación de la rectitud de los corazones de sus santificados y la hipocresía de los demás, estas cosas son obras de maravillas espirituales en el día de Su ira y del torbellino y tempestad.

¡Estos días! Estos días son los que más adecuadamente dan una oportunidad a cualquier cristiano de tomar las medidas y los moldes más exactos de sí mismos. En días tranquilos somos propensos a propasarnos y pensar que somos mucho más eminentes y más fuertes de lo que somos cuando el día de la prueba viene. Las palabras de Gaal y la jactancia de Pedro fueron grandes y altas antes de que llegara la prueba, pero cuando llegó se encontraron a sí mismos por debajo del coraje que creían tener Jue. 9:38. —John Bunyan

La presencia de nubes sobre tu cielo y las pruebas en tu camino son la mejor evidencia de que estás siguiendo la columna de nube y caminando en la presencia de Dios. Ex.13:21 Los discípulos tuvieron que entrar en la nube antes de poder contemplar la gloria de la transfiguración. Un poco más tarde, esa misma nube se convirtió en el carro para recibir al SEÑOR que asciende, y todavía está esperando como el carro que traerá Su gloriosa aparición. Sin embargo, es cierto que mientras las nubes y la oscuridad los rodea, la misericordia y la verdad están siempre en medio de ellos. Salmo 89:14.

Quizás el uso más hermoso y lleno de gracia de la nube fue proteger a Israel del sol abrasador. Como un gran paraguas, ese majestuoso pilar extendió su dosel sobre el campamento y se convirtió en una sombra protectora del calor abrasador en el desierto sin árboles. Quien nunca ha sentido un sol oriental no puede apreciar plenamente cuánto significa esto: una sombra del calor. Así que el Espíritu Santo se interpone entre nosotros y los rayos ardientes y abrasadores del dolor y la tentación. -AB Simpson 

Todos los problemas, aflicciones y tristezas de esta vida en comparación con la felicidad y bienaventuranza eternas deben considerarse como nada. Estas son como la punta de un alfiler comparado con el cielo. 2Cor. 4:17 – Thomas Brooks

ORACIÓN: ¡Oh Amor divino del Padre todopoderoso, y del Hijo amado, con el que formas una sola y santa comunión! Espíritu Santo, consolador de los afligidos…. Ven, cuanto antes, consolador benignísimo del alma dolorida, su auxilio en el tiempo próspero y en la tribulación. Ven a purificarnos y a curar nuestras heridas. Ven, tú que sostienes a los débiles y que levantas a los caídos. Ven, SEÑOR, a enseñarnos la humildad y a librarnos del orgullo. Ven, Padre de los huérfanos, protector de las viudas, esperanza de los pobres y confortador de los decaídos. Ven, estrella de los navegantes, puerto y refugio de los náufragos.

Ven, singular ornato de todos los vivientes, y única salvación de los que mueren. Ven, el más santo de los espíritus, ven y compadécete de mí; haz que me ajuste enteramente a ti, y dígnate descender hasta mí, a fin de que, según la multitud de tus misericordias, tu grandeza no desprecie mi nada, ni tu omnipotencia mi debilidad. Te lo pido en nombre de Jesucristo, mi Salvador, que Dios como el Padre y como tú, vive y reina contigo en tu santa unidad, por los siglos de los siglos. Así sea. -Agustín de Hipona