Yo te alabo, oh Padre, SEÑOR del Cielo y de la Tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque esa fue tu buena voluntad". Lucas 10:21
El SEÑOR Jesucristo es " la imagen misma de lo que Dios es" Heb.1:3, de manera que el espíritu de oración de Cristo era el hacer la voluntad del Padre. En varias ocasiones había afirmado que su misión en esta Tierra era hacer la voluntad de Aquel que le envió, y no la suya propia. Cuando llegó a su vida la crítica hora del Getsemaní, con el peso y la pena del pecado de toda la humanidad presionando sobre su corazón, Él prorrumpió con este heroico clamor: " Pero no sea lo yo quiero, sino lo que tú deseas" Marc. 14:36. La voluntad de Dios habría de ser el único medio por donde vendría el alivio y la paz. Todo aquel que sigue a Cristo como su modelo de oración debe tener la voluntad de Dios como su ley, regla e inspiración.
En toda oración, es el hombre quien ora. La vida y carácter fluyen y se manifiestan en el lugar secreto de su oración. Hay una acción y reacción mutua. Ese lugar secreto tiene mucho que ver con la formación del carácter. Es "la oración eficaz del justo la que puede mucho" Sant. 5:16. Aquellos limpios y puros de corazón son los que pueden invocar libremente el Nombre del SEÑOR. Y Cristo fue el máximo ejemplo de oración porque fue el más Santo de todos los seres que hayan existido: su carácter y espíritu reflejan su vida de oración. Quien ora mejor no es aquel que tiene más fluidez, o una imaginación más brillante, o los dones más ricos, sino el que está más inundado del espíritu de Cristo.
La frase "Porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos" nos habla de aquellos que son sabios ante sus propios ojos, hábiles en las letras, hombres de cultura, filósofos, escribas, doctores, rabinos. La revelación de Dios y de su voluntad no puede ser entendida por medio de la razón y de la inteligencia humana. Los grandes hombres de mentes brillantes no son los canales ni depositarios de la revelación de Dios. No, el sistema de Dios en la redención y providencia no es revelarse a los sabios, inteligentes y cultos. Pues éstos siguen sus propios métodos de aprendizaje y siempre han malentendido e ignorado los pensamientos y caminos del SEÑOR. La condición para recibir la revelación de Dios y para atesorar esa verdad proviene, pues, del corazón, y no de la cabeza.
Y es que la habilidad para recibir las cosas espirituales, tal como la Escritura lo explica, es la propia de un niño; a saber, una actitud de docilidad y una naturaleza inocente y sencilla. Éstas son las condiciones en las cuales Dios se revela a sí mismo a los hombres. El mundo no puede conocer a Dios por medio de la sabiduría, porque Él se revela al corazón y no a la mente. Sólo el corazón puede conocer, sentir, ver a Dios y entender su Palabra. En otras palabras, el ser humano no puede asirse de Dios por medio del pensamiento, sino por los sentimientos. El mundo ha de conocerle por revelación del Espíritu Santo, y no por filosofía. Lo que los hombres necesitan para conocer a Dios no es habilidad mental, sino plasticidad y ductilidad suficiente como para poder recibir la impresión divina. La humanidad no necesita tanto de la luz para ver a Dios como de corazones puros y tiernos para sentirle.
La sabiduría, los grandes talentos y la cultura humana, por buenos que sean, nunca podrán ser los depositarios de la verdad revelada por Dios. No olvidemos que el árbol del conocimiento fue la ruina de la fe. Gén.2:16-17 No tratemos, pues, de reducir la revelación divina a una hueca filosofía, además de querer medir a Dios por medio de procedimientos humanos que, en su orgullo, han desplazado a Dios y han puesto al hombre dentro de su verdad. La única posición en la cual podemos conocer a Dios se adquiere mediante una actitud mansa, calma, sin clamores ni protestas. Una profunda paz del alma en la que Dios pueda reflejar su voluntad como en un espejo. Sí, ésta es la única actitud que nos permite conocer su revelación. "Yo te alabo, oh Padre, SEÑOR del Cielo y de la Tierra, escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños". -Edward M.Bounds