ENERO 5

"Mas nuestra ciudadanía está en los Cielos. Filipenses 3:20  


He aquí lo que es el Cielo: nuestra patria, un lugar de exaltación y de gloria. Dios reside allí; allí está su inmediata Presencia. "Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria". Hebreos 11:14 En otras palabras, aquí somos extranjeros, peregrinos, advenedizos. Heb.11:13 Sí, el Cielo debería llenar nuestros corazones, nuestras manos y nuestro carácter de tal forma que todos los que nos vieran se dieran cuenta de que pertenecemos a un clima mejor que éste. La misma atmósfera de este mundo deberíamos considerarla como nociva, insípida, aburrida. El Cielo es nuestra patria nativa, y la hora de morir es para nosotros la hora de nacer. El Cielo debería, pues, despertar nuestro deseo y, como un imán, atraernos hacia arriba. Los antiguos creyentes se sentían como peregrinos y extranjeros en esta Tierra, suspirando por el Cielo. ¡Ay, de los corazones que estén establecidos aquí! El Cielo será extraño para ellos, una tierra distante, alejada


Escribiendo a los corintios sobre la actitud del cristiano respecto al Cielo, Pablo dijo: "Preferimos estar ausentes del cuerpo y habitar en la Presencia del Señor" 2 Cor. 5:8. Fijémonos en el verbo usado por el apóstol: "habitar"; a saber, "residir en un hogar". He aquí uno de los símbolos del Cielo más atractivos, dulces y firmes: el Cielo es nuestra propia casa, nuestro hogar, nuestra patria. Tenemos los pies cansados y el corazón dolido, pero allí encontramos descanso y consuelo, pues allí somos bienvenidos. Debemos guardarnos de cualquier cosa que nos atraiga demasiado y nos ate a esta Tierra, porque lo que nos atrae a la Tierra nos hace sentir menos atraídos hacia el Cielo. Es decir, el corazón que se satisface con los amores terrenos suspira menos por los celestiales.

Recordemos siempre que el Cielo es nuestro hogar, nuestra mansión: "Porque sabemos que cuando nuestra casa terrenal se deshaga, tenemos un hogar en los Cielos no hecho con las manos, sino eterno" 2 Cor. 5:1, y es que las casas terrenales, por hermosas y costosas que sean, y bien construidas que estén, están sujetas a desmoronarse a la larga; llevan en sí, en sus mismos fundamentos, la marca de la fragilidad, la temporalidad y la muerte. Mientras que las casas del Cielo son construidas por Dios y son permanentes e incorruptibles como su constructor.

Jesús empieza su divina misión, su carrera maravillosa y su primera predicación saturado con la idea de los principios del Cielo: "Arrepiéntanse, porque el Reino de los Cielos se ha acercado" Mat. 4:17. Jesús conserva el lugar, el ser, el orden y la belleza del Cielo. Y nos advierte: "No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corroen, y donde los ladrones minan y hurtan. Por el contrario, acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corroen, y donde los ladrones no minan ni hurtan" Mat. 6:19-20. Sólo en el Cielo reina la seguridad absoluta. Allí no hay ladrones, ni polilla, ni nada es destruido por la herrumbre; todo permanece pulido y brillante para siempre. ¡Cuán clara es la necesidad de obedecer el consejo de Jesucristo para tener esta seguridad!

¡Cuánto énfasis hace sobre el Cielo el divino Maestro! Jesús quiere que nuestros corazones estén allí. ¡Tienen que estar allí, si es que hemos de llegar allí, algún día! No nos dividamos, pues, entre el Cielo y la Tierra: "Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se adherirá al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas" Mat. 6:24. Jesús calma nuestros corazones y establece nuestra confianza, cosa que es imposible cuando nos dejamos absorber por las necesidades del mundo, diciéndonos: "Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas" Mat. 6:33. El Cielo es un lugar y estos pasajes y otros semejantes demuestran que el Cielo ocupa un espacio definido y real. - Edward Bounds "Ama el Cielo. Pon tu corazón en él. Mira hacia arriba, visita el país nuevo y mira la hermosa ciudad, y el trono blanco y el Cordero.... Considero que no hay nada que valga la pena adquirir, sino el Cielo.... Sigue y no desmayes. - Samuel Rutherford

La mayoría de los creyentes viven como si no hubiera cielo, o como si no valiera la pena buscar el cielo, ni desearlo; como si el cielo fuera algo pobre, despreciado y despreciable. Pero ¡ah, cristianos! ten mucho deseo y anhelo de entrar en esa gloriosa ciudad, donde las calles, los muros y las puertas son todos de oro; sí, donde la perla no es más que lodo y tierra; y donde están....todos los placeres, todos los tesoros, todos los deleites, todas las comodidades, todas las alegrías, y eso para siempre! Esta palabra "para siempre" es una profundidad sin fondo, una concepción sin fin; ¡Es una palabra que endulza toda la gloria de lo alto y que en verdad hace que el cielo sea cielo! -Thomas Brooks




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