"No consulté en seguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco". Gálatas 1:17
El objetivo de Pablo de ir a Arabia, fue aislarse por un tiempo del mundo exterior, para tener comunión con Dios y su propia alma en la quietud, y buscar la gracia del SEÑOR para sus labores futuras. En Arabia se trata, no con sangre y carne, sino con Dios. Allí, somos probados, renovados y tenemos un encuentro con Dios. En quietud con Él y con nuestro propio corazón, las voces de los hombres se callan, apartados de los ruidos del mundo los oídos espirituales son más atentos y sensibles para recibir las revelaciones del cielo.
"No consulté en seguida con carne y sangre".... sino que fui a Arabia. En otras palabras “No tuve que copiar o tomar prestados los métodos de los hombres sino que recibí el ministerio y la unción sobre mis rodillas. Fui a Arabia y al desierto para que Cristo me fuera revelado. Pasé un tiempo precioso allí, vaciando mi alma de mí mismo y siendo enseñado por el Espíritu Santo”. En el desierto Dios prepara y unge a Sus siervos para que cumplan la misión y obra de Dios. Allí son despojados de su propia voluntad, deseos de fama, gloria, aplausos, materialismo y del éxito ilusorio de un liderazgo permeado por la corriente del mundo; El ego muere y en verdad pueden decir: "Ya no vivo "Yo", más Cristo vive en mi". Gal.2:20
En todas las épocas los hombres más poderosos de Dios fueron tratados y formados en el Desierto. El desierto ha sido fundamental en la formación espiritual de los hijos de Dios. Moisés pasó 40 años en el desierto; a Elías le vemos en el desierto, Juan el Bautista, "estuvo en lugares Desiertos hasta el día de su manifestación a Israel" Luc. 1:80. Y Jesús, nuestro Maestro Divino, fue llevado al Desierto por el Espíritu antes de empezar su ministerio en la tierra. Luc.4:1 Y toda toda alma sincera será llevada al desierto.
"Un alma que es nacida de nuevo necesita soledad, necesita apartarse de todas las luchas, lenguas y estruendo del mundo y meditar en las cosas maravillosas que Dios ha hecho por ella. Así puede estructurar un concepto más adecuado, más amplio y más profundo de lo que verdaderamente es la Salvación. Así su gratitud puede ser más inteligente y profunda. Así, sin nada ni nadie que le distraiga, puede dedicarse tranquila y completamente a su Señor.
El mensajero y misionero de Cristo necesita la soledad del desierto. Así puede comprender la anchura, la profundidad y la altura del majestuoso, grande e inimitable Evangelio que debe proclamar. Así puede aferrarse a la verdad de Dios de forma que el Evangelio pueda convertirse, más que nunca, en su propia posesión, su alegría y su gozo. Y entonces, "de la abundancia de su corazón, habla su boca".
Todo creyente necesita soledad del Desierto de Arabia. Así puede sacudirse el polvo y la suciedad de la mundanalidad y el pecado. Esperando en el SEÑOR, puede renovar sus fuerzas. Y una fresca unción del Santo puede hacerle sabio y fuerte. En Arabia, al salir de la nube, el rostro de Moisés resplandecía. En Arabia, el alma de Pablo tomó y mantuvo fuertemente la impresión del cielo. -Alexander Smellie