"Una cosa sé, que habiendo sido yo ciego, ahora veo" Juan 9:25.
Hay un principio importante de la oración que se halla en algunos de los milagros de Cristo, y es la naturaleza progresiva de la respuesta a la oración... Dios no siempre contesta la oración en forma instantánea, sino que a veces lo hace progresivamente, paso a paso. La Biblia describe algunos casos que ilustran esta importante verdad, tan a menudo tenida en poco. Así, tenemos tres curaciones de ceguera en el ministerio de nuestro SEÑOR, las cuales ilustran la naturaleza de la obra de Dios al contestar las oraciones y muestran la amplísima variedad y omnipotencia en su manera de obrar. En el primer caso, Cristo se acercó incidentalmente a un hombre ciego en Jerusalén, el cual no pidió ser curado. Hizo lodo, humedeciéndolo con su propia saliva, y lo untó en los ojos del ciego, ordenandole que fuera y se lavara en el estanque de Siloé. Los resultados se vieron al final de esta acción, en el lavado de aquellos ojos. De haber desobedecido y no haberse lavado como el Señor le había ordenado, los resultados podrían haber sido fatales para su curación. Juan 9:1-12.
En el segundo caso, los que traían al hombre ciego le solicitaron a Cristo que simplemente le tocara. Pero el SEÑOR tomó al hombre de su mano y lo llevó fuera del pueblo y aparte de la gente. Allí solos y en secreto se iba a producir el milagro: "Llegan a Betsaida. Y le traen un ciego, suplicándole que lo toque. Tomando de la mano al ciego, lo sacó fuera de la aldea; y después de escupirle en los ojos y de poner las manos sobre él, le preguntó: ¿Ves algo? El alzó los ojos y dijo: Veo a los hombres, pero los veo como árboles que están andando. Entonces le puso otra vez las manos sobre los ojos; él miró fijamente y quedó restablecido, y comenzó a ver todas las cosas con claridad" Marc. 8:22-25. Como a aquel ciego, muchas veces Cristo tiene que tomarnos y llevarnos aparte del ruido de este mundo, donde pueda tenernos completamente para Él, y allí hablar y tratar con nosotros. La sumisión y fe de aquel hombre al entregarse a la voluntad del SEÑOR y permitir ser llevado aparte fueron factores prominentes en la cura, así como también la recepción gradual de la vista y la necesidad de un segundo toque para culminar la obra perfecta.
El tercer caso fue el del ciego Bartimeo Marc. 10:46-52. El factor principal fue la urgencia de aquella fe que se expresaba en desesperados llamados, reprendida por aquellos que seguían a Cristo, y a su vez intensificada y alentada por esta misma oposición. Pero en este caso particular, la cura no fue llevada a cabo con la interposición de ningún agente. No se produjo por medio de un toque, ni por aplicación de lodo, ni por enjuagarse con agua; sólo bastó la palabra del Maestro, y Bartimeo recobró totalmente lá vista. Ahora supongamos que estos tres ciegos se hubieran encontrado, y el primero de ellos narra las peculiaridades del proceso de su curación escupir, el barro, el baño en el estanque de Siloé, como las únicas credenciales de una obra divina. ¡Cuán lejos de la verdad hubieran estado! Ciertamente, hubiera sido un concepto muy estrecho en cuanto al poder y la manifestación del SEÑOR Jesucristo. No los métodos, sino los resultados son la prueba auténtica de la obra divina. Cada uno de ellos podría decir: "Una cosa sé, que habiendo sido yo ciego, ahora veo" Juan 9:25.
Los resultados fueron resultados conscientes; ellos sabían que era Cristo quien había efectuado la obra, y que la FE fue el instrumento. Pero su FE fue diferente en cada uno; como también lo fue el método usado por Cristo y los diferentes pasos que les trajeron esos asombrosos resultados. ¿Cuáles son, pues, las limitaciones de la oración? ¿Cuál es el alcance de sus beneficios y posibilidades? ¿Qué parte o área de los tratos de Dios con el hombre y con su mundo no podrán ser afectados por la oración? ¿Las posibilidades de la oración llegan a cubrir todo el bien temporal y espiritual? Las respuestas a estas preguntas son de una importancia trascendental y están completamente cubiertas por las palabras que el Espíritu Santo nos dejó a través de su siervo, el apóstol Pablo, en Filipenses 4:6: "Por nada estén afanosos, sino que sean presentadas sus peticiones delante de Dios mediante oración y ruego, con acción de gracias". Fil. 4:6 - E.M.Bounds