DICIEMBRE 23

"Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el SEÑOR Dios le dará el trono de David su padre;  y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin". Lucas 1:32-33

Jesús "será grande", dice el ángel Gabriel. De Su grandeza ya sabemos algo. Ha traído una gran salvación. Se ha mostrado como un Profeta más grande que Moisés. Es un gran Sumo Sacerdote. Y Él será aún mayor cuando sea reconocido como Rey. Jesús "será llamado Hijo del Altísimo", dice Gabriel. Lo era antes de venir al mundo. Igual al Padre en todas las cosas, Él fue desde toda la eternidad el Hijo de Dios. Pero Él debía ser conocido y reconocido como tal por la Iglesia. El Mesías debía ser reconocido y adorado como nada menos que Dios mismo.

"El Señor Dios le dará el trono de su padre David", dice Gabriel, "y reinará sobre la casa de Jacob para siempre". El cumplimiento literal de esta parte de la promesa aún está por venir. Israel aún no se ha reunido. Los judíos aún deben ser restaurados a su propia tierra, y mirar a Aquel a quien una vez traspasaron, como su Rey y su Dios. Aunque tarde el cumplimiento de esta predicción, podemos esperarlo confiadamente. Sin duda llegará un día y no tardará. (Hab. 2:3.) Finalmente, dice Gabriel, "El reino de Jesús no tendrá fin". Ante Su glorioso reino, los imperios de este mundo un día caerán y desaparecerán. Como Nínive, Babilonia, Tiro y Cartago, todos se reducirán un día, y los santos del Altísimo tomarán el reino. Ante Jesús, toda rodilla se doblará un día, y toda lengua confesará que Él es el Señor. Su reino solo será un reino eterno, y su dominio uno que nunca pasará. (Daniel 7:14, 27.)

El verdadero cristiano debe reflexionar a menudo sobre esta gloriosa promesa y consolarse con su contenido. No tiene motivo para avergonzarse de su Maestro. Pobre y despreciado a menudo por causa del Evangelio, puede sentirse seguro de que está del lado de los vencedores. Los reinos de este mundo aún se convertirán en los reinos de Cristo. Todavía un poco de tiempo y el que ha de venir vendrá, y no tardará. (Hebreos 10:37). Esperemos, velemos y oremos pacientemente ese bendito día. Ahora es el momento de llevar la cruz y de tener comunión con los sufrimientos de Cristo. Se acerca el día en que Cristo tomará Su gran poder y reinará; y cuando todos los que le han servido fielmente cambiarán una cruz por una corona.

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