DICIEMBRE 20

«Quiero, pues, que los hombres Oren en todo lugar».1 Timoteo 2:8

Los profetas y santos del A. Testamento tenían una visión de la gran verdad en cuanto a la paternidad de Dios, y Cristo puso el fundamento de la Oración precisamente basándose en este principio capital. La ley de la Oración y el derecho a orar descansa sobre esta relación de hijo a Padre. La expresión «Padre nuestro» nos trae a una cercana relación con Él; a saber, la oración es el derecho, la súplica y el acercamiento por parte del hijo. Es la ley de la oración que mira hacia arriba y eleva nuestros ojos hacia «nuestro Padre que está en los Cielos». Así, la oración es un llamado desde el vacío, la bajeza y la necesidad que hay en la Tierra hacia las alturas, la plenitud y la suficiencia de los Cielos. Vuelve los ojos y el corazón hacia el trono de Dios con la confianza y expectativa de los hijos, que somos nosotros. Mencionar su Nombre, alabarle y hablarle íntimamente son hechos y actitudes que también pertenecen a la oración.

En la verdadera oración está involucrada la pobreza de espíritu: «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos» Mt. 5:3. Los «pobres» son los mendigos, necesidades, aquellos que viven rogando y pidiendo. La oración es, pues, la respiración del cristiano. Con Su ejemplo, el SEÑOR ilustra también la naturaleza y necesidad de la oración. Él declara que aquel que está comisionado por Dios en este mundo debe orar y mucho. Él es, además, el mejor ejemplo de la devoción al Padre en la oración. Jesús nos dejó ejemplo para que «sigamos sus pisadas» 1 Ped. 2:21. Por tanto, un hombre en verdad lleno del Espíritu Santo tendrá una vida llena de oración. Y a su vez, cuanto más ore, más recibirá del Padre, del Hijo y del Espíritu. Los grandes acontecimientos de la vida de Jesús fueron coronados por la oración: en el comienzo de su ministerio, en su bautismo, cuando el Espíritu descendió sobre Él, momentos antes de la transfiguración y en el jardín del Getsemani.

Así que, los hombres que pertenecen a Dios están obligados a orar. No están obligados a hacerse ricos, ni a tener fama y éxito en los negocios, pues estas cosas son incidentales y ocasionales. Los éxitos materiales son inmateriales para Dios. Tampoco los hombres son mejores o peores con o sin estas cosas. Las mismas no son fuentes de reputación ni elementos de carácter ante las normas y estimación Celestial. Pero orar verdaderamente es la fuente de toda renovación, la base para una buena reputación y el elemento de carácter ante la estimación de Dios. Los hombres están obligados a orar, pues la oración es lealtad a Dios. No orar es rechazar a Cristo y abandonar los Cielos. Una vida de oración es la única vida que cuenta en los Cielos, y Dios está preocupado en que los hombres oren, ya que éstos, así como todo el mundo, son grandemente beneficiados por medio de la oración. De hecho, Dios lleva a cabo su mejor obra en favor del mundo en su totalidad a través de la oración.

El aliento de la oración en el hombre procede de Dios. Para aquel que ora, la hora de la oración es sagrada, porque en ella el alma se acerca a la búsqueda del Todo- . poderoso. En efecto, la oración mide el acercamiento a Dios. Con lo cual, el que no ora no conoce a Dios, porque la morada de Dios está en lo secreto, allí en la cámara íntima de la oración: «El que habita al abrigo del Altísimo y mora bajo la sombra del Omnipotente, dice a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío» Sal. 91:1-2 -E.M.Bounds

Asegurate de ser cuidadoso con tus deberes secretos; sea lo que sea que hagas, mantenlos siempre activos. El alma que es descuidada en lo que a ello se refiere no podrá ser prosperada. La apostasía casi siempre comienza cuando la oración es descuidada y olvidada. Dedica bastante tiempo a la comunión secreta con Dios. Ese es el secreto que enriquece al cristiano. Ora solo. Permite que la oración sea la llave que abra tu día por la mañana y el cerrojo que cierre por la noche. La mejor manera de luchar contra el pecado es luchar sobre nuestras rodillas. -Philip Henry

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