DICIEMBRE 17

"Por la fe Abraham, siendo probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía a su hijo unigénito". Hebreos 11:17

De todos los acontecimientos de la vida de Abraham, no hay ninguno por el cual Dios sea tan glorificado como lo fue por la escena del monte Moriah. Gén.22:1-4 Dios sabía que Abraham le amaba más que a Sodoma, pero quería poner en evidencia que su siervo le amaba más que a toda otra cosa poniendo su mano sobre lo que le era más querido en la vida. "Toma ahora tu hijo, tu único", Gén.22:2 Sí a Isaac el hijo de la promesa, el objeto de la esperanza tan largo tiempo esperada, el objeto del amor de padre, y en quien todas las naciones de la tierra serían benditas. Gén.12:3 El mandato era contrario a todo los instintos, inclinaciones y sentimientos naturales del corazón humano. Esto sí que es poner a prueba la fe "mucho más preciosa que el oro aunque perecedero se prueba con el fuego, sea hallada para alabanza, gloria y honor" 1 Ped. 1:7. Si Abraham no se hubiera apoyado de todo corazón en el SEÑOR, no habría podido obedecer sin vacilar a semejante mandato.

"Edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. "Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo" Gén.22: 6-10. Así, Abraham demostró la excelencia de su fe confiando en Dios y en la promesa de una descendencia innumerable ¡Gloriosa confianza, pura y sin mezcla, sin apoyo que estuviera en parte en el Creador y en parte en la criatura, sino cimentado solamente en Dios! Estuvo dispuesto a sacrificar a Isaac porque tuvo la vista puesta en el Dios de la resurrección: "Considerando que Él es Poderoso para resucitar aun de entre los muertos" Heb. 11:19. Dios no permitió que Abraham diera el golpe fatal a Isaac. Le fue permitido llegar al extremo, pero el Dios de gracia no le dejó ir más allá. Que nunca Dios hace algo para dañarnos. Que la Fe es recompensada Gén.22:16-17. Y que las provisiones de Dios son siempre iguales a los deseos de sus hijos.

Dios le evitó a Abraham la angustia que Él no evitó para Su Hijo, Jesús. Moriah fue una muestra mínima del Calvario donde "Dios no escatimó a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros", Rom. 8:32. "Con todo eso, Dios quiso quebrantarlo, sometiéndolo a padecimiento" Isa. 53:10. El sacrificio fue del todo consumado, y en su consumación fue sellada nuestra paz y salvación eternas. ¡Bendito y alabado sea Dios por siempre y por darnos a Su Hijo! Y aprendemos el secreto: Que nuestras posesiones más grandes y queridas están bajo Su control y a Su alcance. Que todo poder y obrar bien comienzan con la ofrenda de nosotros mismos y el desapego de lo que más amamos, porque así es como el justo SEÑOR nos hace semejantes a Él.

En el monte Moriah Abraham pudo rendir testimonio que "todas sus fuentes estaban en Dios" Sal.87:7, El alma que ha encontrado en Dios "todas sus fuentes", puede, sin vacilar, abandonar todas las fuentes humanas. Allí las encontró, no sólo antes sino también después del nacimiento de Isaac. Allí demostró la excelencia de su Fe haciendo ver que había confiado en Dios y en la promesa de una descendencia innumerable, no solo en el momento de tener a Isaac a la vista, lleno de salud y fuerza, sino igualmente al verle como víctima sobre el altar. ¡Gloriosa confianza, confianza pura y sin mezcla, sin apoyo que estuviera en parte en el Creador y en parte en la criatura, sino cimentado en fundamento sólido, en Dios mismo!

Podemos prescindir de la criatura solo en la proporción en que nos hayamos relacionado con el Creador, y no más allá. Querer abandonar las cosas visibles sin tener la energía de la fe que se apropia de las cosas invisibles, resulta el trabajo más estéril que se pueda imaginar ¡Es imposible lograrlo! El alma retendrá a su Isaac querido hasta que haya encontrado en Dios su todo. Pero cuando podemos decir por la fe: "Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones", entonces podemos añadir también: "Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar" Sal. 46:1-2.- Charles Mackintosh

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