FEBRERO 4

La ley del pecado que está en mis miembros” Romanos 7:23 

Se nos dice que debemos estar “muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.” Rom. 6:11. El Espíritu Santo quien vive en nosotros nos ha dado el deseo de mortificar el pecado en nuestros cuerpos, y nos ayuda para hacerlo. La sabiduría de Dios por medio de la providencia obra con el Espíritu para producir el mismo efecto. Pablo se quejaba de “la ley del pecado que está en mis miembros” (Rom. 7:23), y cada creyente descubre tristemente que cada día es así. Pero el Espíritu en el creyente resiste estas tendencias pecaminosas desde dentro y la providencia obstaculiza nuestro camino por fuera para guardarnos del pecado. (Ose. 2:6 y 2 Cor.12:7)

A menudo Dios deja que caigamos en problemas tales como la enfermedad o alguna otra cosa a fin de que veamos y sintamos el poder del pecado que mora en nosotros y seamos traídos nuevamente a Él. El salmista dijo: “Antes que fuera yo afligido, descarriado andaba; mas ahora guardo tu Palabra,” Sal.119:67. Algunas veces los afectos del pueblo de Dios son puestos en las cosas buenas de este mundo. El corazón de Ezequías fue puesto en sus tesoros y después de mostrarlos orgullosamente a los hombres de Babilonia, el profeta Isaías le dijo que pronto se perderían. (Isa.39) El buen rey David amaba a su hermoso pero necio hijo Absalón, con un amor demasiado grande. Dios usó la repentina y cruel muerte de Absalón para mostrarle a David su error. (2 Samuel 15 y 19)

El pecado que todavía permanece en nosotros se manifiesta como orgullo. Cuando somos honrados, el orgullo de nuestros corazones crece. También nuestros corazones pecaminosos nos dan grandes esperanzas de felicidad y contentamiento en las cosas de este mundo. Igual que Job decimos: “En mi nido moriré, y como arena multiplicaré mis días.” Job 29:18 Cuán pronto tales esperanzas llegan a su fin de repente por la acción de la providencia divina. Los mejores hombres dependen de las cosas que les son dadas para su confort en lugar de depender de Dios. Así los hijos de Israel dependieron de Egipto, pero Dios hizo que Egipto les fallara y los hiriera. Eze.29:6-8. A veces Dios permite que un miembro querido de nuestra familia muera. De esta manera, Dios vuelve el amor de nuestros corazones para que descansen solamente en Él.

Entonces, para concluir les pido que consideren con asombro los sorprendentes tratos de Dios para con nosotros. Mis pensamientos sobre este punto son resumidos por David en el Salmo 144:3 “Oh Jehová, ¿Qué es el hombre para que en el pienses, o el hijo del hombre para que lo estimes?” Cada hombre es tan pecaminoso y tan indigno, aún en su mejor condición, que su vida es un show vano y sus años son como nada ante los ojos de Dios. ¡Cuán maravilloso es, que este gran Dios piense en nosotros y obre a favor de nosotros en todas sus providencias! Él nos escogió gratuitamente por Su gracia y Su amor eterno, para ser su querido pueblo.

Si David pudo decir: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos; la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que lo visites?” Sal. 8:3-4 Cuánto más podemos decir nosotros: “cuando consideramos a Su Hijo, a Su Único Hijo amado, Quién es grande y bueno más allá de nuestros mejores pensamientos: SEÑOR, ¿Qué es el hombre, para que Cristo muriera por él?” Sus misericordias son “nuevas cada mañana”. Lam.3:23 La providencia es como una fuente de la cual fluye todas las bondades de Dios, en relación con las cosas de esta vida y la vida venidera, en forma pública y privada, en eventos ordinarios y extraordinarios, demasiado numerosos para contarlos. En todo lo que sucede a los creyentes, los ángeles nos están cuidando. (Heb.1:14) -Jeremiah Borroughs

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